Cada cosa a su tiempo

Una noche cuando el sol se había puesto un hombre aparentemente normal cogió un papel y se puso a escribir. Su mujer extrañada lo miró, se acercó y le espetó:
-O eres un anormal o eres japonés, sólo los japoneses escriben cuando el sol se pone.
Por fin a solas con sus penas y alegrías. Entendió que el día acababa y aún no había derramado una sola lágrima, no era lo normal. Por un instante pensó que ella tenía razón, era un anormal, porque japonés no era. Al instante siguiente empezó a pensar con claridad, a deshilvanar las últimas horas. Pasados varios minutos pudo comprobar que las últimas horas había estado durmiendo. En realidad empezaba el tiempo de llorar.
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Dos besos