El
silencio era algo que siempre le fue incómodo. Aquella mañana al
despertar sintió que además de incomodarlo lo atenazaba entre las
sábanas. No ofreció resistencia, cerró de nuevo los ojos y pudo
ver como sus manos dibujaban una flor y la depositaba sobre su tumba,
aún vacía pero impaciente.
Horizontes marchitos (2)
Quiso
ahogarse en el olvido, entregó su boca a brebajes, se desnudó en
silencio. Deambuló por el pasado queriendo eliminar el futuro. Ayer
en el lecho, que pudo ser de muerte, ebrio de tristeza derramó
remordimientos y por fin encontró la puerta del abismo. Supo que su
castigo era vivir. Hoy sigue lanzando la moneda al aire, busca una
respuesta que le sea más benevolente
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