Horizontes marchitos (3)


El silencio era algo que siempre le fue incómodo. Aquella mañana al despertar sintió que además de incomodarlo lo atenazaba entre las sábanas. No ofreció resistencia, cerró de nuevo los ojos y pudo ver como sus manos dibujaban una flor y la depositaba sobre su tumba, aún vacía pero impaciente.

1 comentario:

Gabriela Ojeda dijo...

Tremendo pedacito de ficción barroca.. Nada fácil de lograr. Muy bueno!