Horizontes marchitos (3)
El
silencio era algo que siempre le fue incómodo. Aquella mañana al
despertar sintió que además de incomodarlo lo atenazaba entre las
sábanas. No ofreció resistencia, cerró de nuevo los ojos y pudo
ver como sus manos dibujaban una flor y la depositaba sobre su tumba,
aún vacía pero impaciente.

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