Gabriel Losada
Yo hasta hace bien poco desconocía la existencia de una persona que recorre nuestras calles para comprobar su estado y el de las señalizaciones. Desconocía también que lo hacía en coche oficial. Cuando supe de la noticia se creó una imagen muy poco agraciada: coche negro con chófer, cristales traseros tintados, personaje con gafas oscuras pendiente de su iphone y tres o cuatro periódicos desparramados por el asiento trasero. Es que uno tiene demasiada imaginación. Y lo relacioné enseguida con el que debió poner máximo de 40 km. hora en la pendiente de Juan Carlos I y acto seguido poner un radar móvil que dada la sobrecarga de trabajo sólo paraban uno de cada cinco denunciados. El mismo que coloca los pasos de peatones a menos de un metro de la salida de un cruce.
Este señor al que dios y los amigos ha colocado en un trabajo sumamente interesante, más próximo al de agente secreto que al de un funcionario, duerme, duerme mucho mientras realiza su trabajo, no trabaja lo suficiente y, a veces, cuando lo hace, mejor no lo hubiera hecho. Viene esto al caso por una de esas leyendas urbanas que se propagan no se sabe muy bien por qué: Dicen que hubo una vez un alto mando del ayuntamiento que cansado de hacer cola a la salida de La Minilla, en dirección a los túneles de Julio Luengo para acudir a su puesto laboral, mandó a pintar una línea continua en plena rotonda que diera preferencia a su carril. Y así se hizo. Hoy, ese alto mandatario ya no lo es tanto y a nadie le importa si llega 10 minutos tarde o no aparece por el ayuntamiento, sin embargo, la dichosa línea continua sigue ahí jodiendo la paciencia a cualquier conductor que haya aprendido que el que circula en la rotonda tiene preferencia.
Las rotondas y su circulación son algo que exaspera al más santo de los conductores, parecen estar creadas para facilitar las colisiones, aquí cada cual las coge como les viene en gana y tanto disparate se han cometido en su señalización que hasta parece correcta la incorrección. Da lo mismo que se explique que el sistema de conducción es caracoleando, que sólo se puede salir desde el último carril, que sólo se puede estar en el último carril si se va a salir… demasiado complicado, a veces mejor arriesgarse al impacto y discutir por activa y por pasiva que se lleva la razón. Da lo mismo cómo sea el incidente, todos llevan razón.
Pero si esta desazón se produce de forma continuada en las rotondas bien señaladas, en la del Hospital Negrín, con su línea continua imposible -pues sólo sería admisible si el carril de salida fuera doble- nos saltamos la primera regla de la Ley de Seguridad Vial donde se indica que, en las glorietas, los que se hallen dentro de la vía circular tendrán preferencia sobre los que pretendan ingresar a ella.
Bueno, a ver si el señor del coche negro (exista o no) se arremanga, coge un bote de pintura negra y deja las cosas como deberían haber sido sin mediación política alguna, que bastantes decisiones toman ya por nosotros como para estar también desaprendiéndonos a conducir.