A
veces pienso que el destino termina jugando a dos bandas. Juega con
los ganadores y juega con los perdedores. Cuando juega con los
ganadores salta al campo desde el primer minuto y cuando lo hace con
los perdedores permanece en el vestuario buscando un cordón perdido
o simulando una lesión imposible. En realidad lo hace en un mismo
tiempo y en diferente espacio sin violar apenas las leyes de la
física.
Es
un pensamiento fingido, una laguna del conocimiento racional. El
destino es en definitiva la voluntad bien entrenada de unos y de
otros, es el conocimiento y la racionalidad aplicados a voluntad.
Pedimos tiempo al tiempo cuando en realidad únicamente estamos
ganando el tiempo suficiente para responder ante los acontecimientos
pretéritos, presentes y futuros que pueden modificar aquello que
llamamos destino y que sólo es acción y reacción ante esos
acontecimientos.
-Con
dieciséis años dejó la escuela, el destino hizo que con
veinticinco accediera a la universidad e iniciara una formación
superior que le ha permitido ostentar un cargo directivo en una de
las principales empresas de la industria cultural europea…
-Con
dieciséis años terminó el bachillerato y accedió a la
universidad, con veinticinco era poseedor de un doctorado y varios
máster, el destino hizo que un encuentro ocasional con un viejo
profesor le hiciera decidirse por la docencia en la universidad local
y renunciara a la docencia y la investigación en una de las mejores
universidades europeas…
Llamamos
destino a las decisiones más o menos voluntarias e incluso somos
capaces de razonar juicios en torno a lo mejor y lo peor de cada
caso. Ante los dos supuestos anteriores valoramos positivamente el
recorrido del primero de los supuestos, le reconocemos capacidad de
superación y una victoria final pero introducimos el elemento
condicionador del destino para indicar que los caminos pueden cambiar
el sentido en que caminamos y ocultar el echo de que buscamos los
caminos que van en el sentido elegido, no es azar es voluntad.
Para
el segundo supuesto valoramos negativamente “el
encuentro casual“,
desechamos los elementos de libre albedrío y voluntad individuales
considerando que el mejor de los caminos es aquel que nos lleva al
supuesto vértice de la pirámide.
En
ambos supuestos las decisiones y gustos personales pasan a un segundo
plano en el juicio y cobran todo el peso de las valoraciones los
estereotipos sociales del triunfador; posición social y poder
económico. El primero de los supuestos se alcanza cierta posición
social y un relativo poder económico, en el segundo la posición
social se estanca junto al poder económico.
¿Son
las cosas del destino o son las cosas del querer?
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