Amaneció, como suelen
hacerlo los días de invierno, con tímidos rayos de luz atravesando
la neblina. En lo alto del lomo de la Morisca un viejo escarba entre
las yerbas buscando jaramagos, más abajo casi llegando a los
lavaderos unos chiquillos corren entre los charcos. En la Muralla,
posados en un acebuche centenario los capirotes cantan y los mirlos
alzan el vuelo mientras otean desde el aire la comida fresca que les
proporcionará el llano recién arado. Por el camino de las Haciendas
una mujer corre tras el viento que se lleva el último aliento de su
primogénito. Cuando la mañana llega por fin a las puertas de la
casa el silencio da paso al llanto.
El mensaje fue tranquilizador.
-Por su aspecto no debió
sufrir. ¡Que descanse en paz!
-Por fin se acabó el
invierno. ¡Ahora descansa en paz!
En la ventana de su
cuarto dejó cuanto poseía y lo dejo para que la semilla cubriera
los campos que él nunca supo cultivar.
Ventana de sueños |
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